Por: Javier Juaréz
Hechos. 9:1-19
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón.El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie.Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió. Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor.Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuántos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre.El Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre. Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado. Y habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco.
Propósito.
“Es una locura esperar resultados diferentes
haciendo la misma cosa” Encontrarse
contigo mismo nada cambiará en ti, hasta que te reencuentres con el Cristo
resucitado.
Introducción.
Hace tiempo platicaba con una compañera de trabajo. Ella es de
religión adventista. El tema circundaba en cuanto a la vida en común pero hubo
un momento que se tocó el área espiritual. El tema a ella le agradó porque me
comentó que acababa de reencontrarse con ella misma. Me causó curiosidad
escuchar la palabra reencontrarse, porque en la actualidad surgen grupos
musicales con el slogan de el “reencuentro” y jalan mucha gente a esos eventos.
Mi amiga me platicó que la invitaron a un “retiro espiritual” y le pregunté si
de parte de la iglesia a lo que ella me contestó que no. Que era de parte de
“AA” ya que ahí no enarbolan ninguna religión, ni posición económica, ni nada
por el estilo. Lo curioso es que
evangélicos, mormones, testigos de Jehová, católicos y de otras religiones van
a esos reencuentros espirituales a reencontrarse con ellos mismos y con Dios.
Aplican lo que se llama el 4º. Y 5º. Paso que
consiste en hacer un recuento de tu vida y escribirlo, además de otras
actividades que ya están preestablecidas. Mi amiga dijo que le ayudó bastante
y encontró que ella había actuado contra
ella misma con su actitud.
Desarrollo.
La Biblia nos habla de un hombre que sacó a
más de 600 mil personas (Exodo 12:37-38)
a un retiro espiritual no para reencontrarse con ellos mismos sino para
encontrarse con el poderoso de Israel. El que mandó 10 plagas a Egipto. El que
abrió el mar rojo e hizo caer carne del cielo para comer. Y lo más asombroso es
que no les cobró ni un centavo.
Este fue un retiro que los liberó de la
esclavitud física, de la idolatría y de la aflicción de ser oprimidos.
Era tanta gente que se tuvieron que hacer
leyes de convivencia y respeto. Leyes que no fueron ideas humanas sino que
fueron órdenes del mismo poderoso de Israel. Entonces el pueblo adquirió un
nombre, se les llamó el pueblo de Dios, los hijos de Dios.
Mi amiga dijo que se reencontró porque le
hablaron de Dios. Mi pregunta es entonces de que le hablaban en las escuelas
dominicales o en las predicaciones, ya que estaba perdida en ella misma.
El
punto no está en que el hombre se reencuentre consigo mismo, porque siempre
volverá a estar perdido. Hay que encontrarse con Dios. Porque él es el que vino
a buscar lo que estaba perdido.
Moisés tuvo éxito en la liberación del
pueblo al sacarlo de la esclavitud porque actuó no buscando su propia gloria,
sino que buscaba la gloria de Dios. Éxodo 33:13-18.
Pareciera que Moisés tiene la lámpara
maravillosa en su mano. V14 “mi
presencia irá contigo”. V17. También
haré esto que has dicho. O sea que Dios le está diciendo: pídeme y te será
concedido. Moisés tiene la varita mágica en su mano y podía haber pedido todo
lo que se le hubiera antojado. Pero él, así como Salomón, pidió lo que en verdad era agradable a Dios.
No pidieron para ellos mismos ni poder ni riqueza ni control de multitudes.
Moisés pidió muéstrame tu gloria. En
otra palabra le quiso decir déjame
verte. A lo que Dios le concedió ver sólo sus espaldas. Moisés no se
reencontró consigo mismo. Moisés tuvo un encuentro con Dios. Con Jehová de los
ejércitos.
Y esa espalda que Dios le mostró a Moisés es
la misma que vio Saulo de tarso en su camino a Damasco.
El pasaje de hechos 9 nos habla
de un hombre que como líder religioso era irreprensible ante los ojos de los
demás hombres y ante él mismo. Él no necesitaba un reencuentro consigo mismo,
porque a sus propios ojos él era justo.
Nosotros hemos visto la gloria de Dios en
diferentes circunstancias de nuestra vida. La hemos visto en la solución a un
problema económico, en una enfermedad que es sanada, en un milagro que
estábamos deseando, pero podemos ver aún más de esa gloria.
Hay hechos milagrosos que aunque son para
impactar no nos impactan lo suficiente. Cristo resucitó de entre los muertos.
El murió para demostrarnos que tiene poder sobre la misma muerte. La Biblia dice que sin
derramamiento de sangre no hay perdón de pecado. Bueno, Pues Cristo pudo haber
derramado su sangre y no morir. Pero el murió para demostrar su poder y autoridad
sobre la muerte. Más los discípulos dudaban de que cristo hubiera resucitado.
Jesús mismo tuvo que aparecerse para que los discípulos lo vieran con sus
propios ojos. Ellos sabían de Jesús. Ellos habían escuchado las enseñanzas de
Jesús, ellos así como mi amiga la adventista y como tú y yo estaban en la
iglesia los días que había que estar, pero no entendían nada como algunos de
nosotros, que teniendo la enseñanza de Jesús en nuestra manos, dudamos de lo
que Dios es.
Los discípulos y algunos de nosotros hemos tenido un reencuentro
con nosotros mismos haciendo sólo actos de contrición, sabiendo que está mal lo
que hacemos mal, pero de ahí no pasa a nada más. A los discípulos ni la
resurrección les había hecho entender quién era Dios. Esa fue la causa de que
Cristo les dijo permanezcan en Jerusalén hasta que sean revestidos del poder.
Porque Jesús sabía que si no recibían ese poder se volverían a esconder y el
evangelio no sería más predicado.
Pueden estar de moda los reencuentros de
grupos musicales, los encuentros o reencuentros espirituales, ya sea de parte
de algunas iglesias u otros grupos pero, siendo sinceros como cristianos,
debemos de saber algunas cosas:
No es suficiente reencontrarse con uno mismo.
No es suficiente acudir constantemente al
culto.
No es suficiente ver los milagros de Dios.
No es suficiente saber lo que dice la Biblia de inicio a fin.
No es suficiente saber la historia de Cristo.
Se necesita un encuentro con el que resucitó
Saulo iba en camino a damasco. Saulo no se reencontró consigo mismo. Se
encontró con el resucitado. Y encontró a Dios.
Padre me he preguntado ¿Quién soy yo? ¿Soy lo
que la gente ve, o soy lo que digo ser? Cierro mis ojos y miro hacia dentro de
mí y me encuentro conmigo mismo. Me doy miedo al ver que puedo seguir siendo
quien he sido sin ti. Cada que me encuentro conmigo mismo surge ese temor, de
estar solo conmigo, sin tu presencia en mí.
No te alejes de mi, gran Dios. No retires de
mí tu santo Espíritu. Amén.
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