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¿Cunas vacías?


Aunque los bebés nacen en todas partes por el mismo proceso, ¡cuán diferentes son entre sí! ¡No hay copias exactas! 

 Gálatas 4:19 "Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros[...]"      

La predicación del evangelio es inminente porque las compuertas del infierno se han abierto sobre esta degenerada generación. Necesitamos avivar el fuego de la predicación y el evangelismo. Sin embargo los cristianos del presente queremos el Cielo abierto y que la tarea del evangelismo la haga otra persona. O que Dios nos dé, dentro de nuestra apretada agenda de actividades personales, un tiempo que no afecta nuestros intereses y además él ponga gente que a la primera palabra que mencionemos acepte a Cristo. Pero Dios no ha mecanizado su glorioso poder para adaptarlo a nuestros calendarios caprichosos y religiosos.

"Deseamos que la gente se convierta como en el tiempo de la iglesia apostólica. Pero, ¡hermanos! ¡Ese tiempo no vino a la tierra  por sólo desearlo! Los cielos fueron abiertos y el gran poder de Dios sacudió aquellas tierras porque, "frágiles hijos del polvo… santificaron un vida y convocaban su alma a solemnes asambleas" y predicando  esperaron con lágrimas, cansancio y dolores de parto el fruto de la promesa de que la palabra no vuelve vacía.

Eso sucedía porque Dios halló un pueblo de pureza de intención y pensamiento en aquellas almas de visión y pasión ardiente. Ellos tenían un solo motivo al orar: predicar  el perdón de pecados y la salvación en Cristo Jesús.

Ninguna petición fue manchada por la necesidad de darle gloria  al hombre o alguna denominación decadente. Su ojo era sencillo, deseando sólo la gloria de Dios. No les movía la envidia de otro grupo que les sobrepasara en crecimiento.

La iglesia apostólica sentía en verdad dolores de parto. Había el sentir de la madre en labor de parto. No basta con querer que la iglesia crezca porque pensemos que tenemos un lugar para estar o una biblia para leer. Se necesita pasión por la predicación, entrega al servicio, dolor por las almas que se están perdiendo.

El nacimiento de un hijo natural es precedido por meses de carga y días de dolor. Así es el nacimiento de un hijo espiritual. Jesús oró por Su Iglesia, pero para lograr su nacimiento espiritual se entregó a la muerte.  

Pablo oraba "noche y día... con vehemencia" por la iglesia; y además estaba con dolores de parto por los pecadores.

La predicación semana tras semana puede ser: "Tienes que nacer otra vez," pero  ¿cuántos pueden decirle a alguien como dijo  Pablo: "Aunque tuviereis diez mil maestros  en Cristo, no tenéis muchos padres, pues yo os engendré en Cristo Jesús por la palabra verdadera del Evangelio"? ¿Cuántas almas has ganado en tu vida cristiana? Así Pablo, los engendró en la fe. No dice que oró solamente por ellos, sino implica que estuvo de parto por ellos. Si en lo que va de este  siglo los alumbramientos físicos hubieran sido tan escasos como los nacimientos espirituales, la raza humana casi se habría extinguido.

En el primer capítulo del Génesis vemos que cada cosa con vida producía fruto según su especie. Del mismo modo, ¿no tendría cada alma regenerada que traer otras almas a luz?

Nuestro problema es que cuando evangelizamos y alguien se convierte, nos sentimos como sus padres carnales queriendo educarlos como mal educamos a nuestros propios hijos. Nos olvidamos que los convertidos son hijos espirituales y sólo hemos sido la partera que les ayudó a  nacer, pues su padre, quien los engendró es Dios.

Ahora existen muchos cristianos que años atrás oraban. Uno me dijo: "Es cierto, hermano, ahora no oro tanto como lo hacía antes, pero el Señor comprende." ¡Ay! ¡El comprende!… pero no nos excusa por estar más ocupados en otras cosas que en lo que El quiere que estemos.  

Hoy queremos ganar almas sin que nos cueste nada. Cuando en un embarazo cuesta desde el momento que los padres saben que están esperando un bebé. Las madres quieren hijos sin dolor, y es verdad, que hoy la ciencia ha aliviado algunos de los sufrimientos que nuestras madres conocieron al dar hijos al mundo, pero aún así, la ciencia nunca podrá acortar los largos meses de embarazo.

Del mismo modo, los predicadores han hallado medios más fáciles de conseguir que la gente venga al altar para salvación o para ser llenos del Espíritu Santo. 

Para la salvación se permite a la gente que sólo levante la mano, y "listo," los gemidos por el dolor de haber pecado y el acto de arrepentimiento al pie del altar han pasado de “moda”. Para ser llenos del Espíritu Santo -se dice a la gente- "sólo ponte de pie ahí donde estás y se orará por ti y serás lleno." Ya no existen dolores de parto.

Es evidente que Jacob amaba a Raquel mucho más que a Lea; sin embargo, la "mujer dichosa" era Lea, porque ella tenía hijos. Considera cómo Jacob sirvió catorce años por Raquel; sin embargo, aquella espléndida devoción no fue ningún consuelo para la mujer herida de esterilidad. Sin duda, Jacob demostró su amor cargándola de joyas como era costumbre en aquellos días; pero las fruslerías externas no la consolaban, y aunque Raquel era hermosa de vista, su esterilidad no hallaba compensaciones en su hermosura o en la admiración de otros. La terrible verdad era que Lea tenía cuatro sonrientes niños alrededor de sus faldas, pero de la estéril Raquel se burlaban hombres y mujeres.  Puedo imaginarme a Raquel con los ojos rojos de llorar, más los ojos de Lea jamás estuvieron así, ni con su cabello desordenado, con su voz ronca por el gemir viniendo ante Jacob, disgustada por su esterilidad, humillada por la desesperación de su condición, llorando con un grito penetrante: "¡Dame hijos, o si no, me muero!" (Génesis 30:1). Este grito desgarraba el corazón de Jacob como una espada desgarraría su carne.

A esto diremos que su oración no era de rutina, sino de desesperación, pues había sido presa del dolor, pasmada de vergüenza y humillada por su esterilidad.

Hermano, si tu vida cristiana es estéril, si las lágrimas están ausentes de tus ojos, si los convertidos están ausentes de tu evangelizar, ¡no te conformes con tu vida espiritual! ¡Invita al Espíritu Santo a inundar tu corazón de dolor porque eres espiritualmente incapaz de traer hijos!

No hay reglas fijas para evangelizar. Aunque los bebés nacen en todas partes por el mismo proceso, ¡cuán diferentes son entre sí! ¡No hay copias exactas! 

Por el mismo proceso de dolor de alma y oración insistente y carga por la esterilidad se han producido todos los avivamientos espirituales  en diferentes épocas. Pero ¡cuán diferentes han sido los avivamientos entre sí!

A Jonathan Edwards no le faltaban congregaciones, y no tenía apuros financieros, pero el estancamiento espiritual le aterrorizaba. La vergüenza de la falta de conversiones doblegó sus rodillas y golpeó su espíritu de tal modo que su alma herida se aferró al trono de gracia en silencioso gemir hasta que el Espíritu Santo vino sobre él. La Iglesia y el mundo conocen la respuesta de sus victoriosas vigilias. Los votos que hizo, las lágrimas que derramó,  los gritos que salieron de su boca, todo está escrito en el libro las crónicas de las cosas de Dios.

Del mismo modo Zinzendorf, Wesley, etcétera, que fueron sus parientes espirituales, Tales hombres desprecian todos los honores y buscan tan sólo ser honrados por el Espíritu Santo.

Conclusión:

Hay un dicho que reza “las paredes oyen” y si las paredes oyen, entonces nuestras paredes, nuestros templos y nuestros altares hablan. ¡¡OYE!! ¡¡OYE!! ¡el reproche de nuestros altares estériles! ¿Crees que el Espíritu Santo se deleita más en nuestros pianos eléctricos, y equipo de sonido o en algunos  pasillos alfombrados,  nuevas decoraciones,  si la cuna está vacía?    
      
¡De ningún modo! ¡Oh amado hermano luchemos, roguemos y evangelicemos para que el silencio de muerte del santuario pueda ser roto por el bendito grito de recién nacidos!

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